13.11.06

Escribir, arte y poder

SIENDO DE CARACAS, las películas ambientadas en lugares como Los Andes tienen para mí un efecto balsámico, tranquilizador. Me calman, disparan una pausa reverencial entre mis angustias citadinas. Por esa propiedad terapéutica y antiestrés recomendaría La Ciudad de los Escribanos (José Velasco, 2005) pero la película tiene otros méritos.

Primero, es un tema histórico. Una peli sobre el pasado, 200 y más años hacia atrás, en un país donde este preciso instante ya está viejo, tiene su encanto. Que uno que ha ido a Narnia, La Tierra Media o Hogwarts, se deje transportar por el cine nacional hasta un punto perdido en la niebla de nuestra densa historia colonial... Que pueda visualizar algo de lo que había más atrás en el túnel del tiempo, antes de los más familiares héroes de la Independencia... ¿Una peli venezolana de misterio en las montañas, un seminario en medio de Los Andes en el Siglo XVIII? Sí, es algo así...

Segundo, Ver otra vez juntos a Gómez y Tarasona. Es decir, a Rafael Briceño (Fray Juan Ramos de Lora) , preservado por la magia del cine, y a Alfonso Urdaneta. En una trama de monjes, escribanos, intrigas, luchas de poder, conspiraciones, pasiones en torno a la construcción de un Seminario. El Seminario de San Buenaventura; la institución que es hoy es La Universidad de Los Andes. Visión de unas personas que nos antecedieron y no imaginábamos.

Película sencilla, valiosa; por apuntar al origen colonial de la ULA (no otro que la avidez de conocimientos, un ir y venir de lecturas prohibidas por la Santa Inquisición...). De actuaciones suaves, cuidadas (se agradece... no siempre ocurre).

Reconfortante recordar que no somos sólo esta cápsula de incoherencia presente, sino un continuum. Que tenemos raíces, mucho más profundas de lo que podemos ver, justo en este instante.

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