27.6.09

El viento que se irá

Hay vientos de vientos. Cuando pequeña me gustaba el viento de la playa, o de la montaña que acompañaba la ruta hacia la colonia de alemanes, el viento que formaba remolinos en un patio. Hoy amo el viento repentino que precede a la lluvia rápida y tajante de Caracas. He conocido varios vientos, acá en Venezuela y ocasionalmente, fuera de mi país. El viento viene de pronto y refresca, anuncia cosas, o se lleva cosas.

Esta película titulada en inglés "The Wind That Shakes the Barley" (literalmente El viento que agita la cebada y titulada en español El viento que acaricia el prado)...



The Wind that Shakes The Barley trailer
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Es una película que muestra las hendiduras, los abismos y las rabiosas heridas que se abren como consecuencia de la intrusión y el acoso de la política y la guerra (hasta en sus novedosas, mediáticas, tecnológicas, encadenadas modalidades del Siglo XXI) en el espacio más íntimo y personal.

Retrata la transición a ese momento en que la política/guerra se incrusta en el alma, en el cuerpo, entre hermanos de una misma familia, de una misma tierra. Una historia que quienes hoy día padecemos la tragedia de la división estimulada y exacerbada desde el poder, sabemos reconocer, y no sin dolor.

Fue esta película la última que vi en la Sala de Arte y Ensayo Margot Benacerraf del Ateneo de Caracas en Enero del año pasado (2008). "La Margot" fue parte de mi vida desde por allá por los años 80 cuando, junto con la Universidad Central de Venezuela, el Ateneo formó parte de un binomio de formación humanística que plantó semillas que siempre me han acompañado y sé que seguirán.

Y mientras más viento tenga en contra, más tendré que cuidarlas dentro de mis bolsillos, para que no se me vayan.

Ese día del año pasado, de alguna manera supe que sería la última vez y así fue. La última vez que esa sala generosa y yo nos encontramos.

Hoy pasa por Venezuela un viento tóxico, desgarrante, por esta ciudad mía, nuestra, que borra nuestros contornos, se lleva nuestros nombres escritos a mano con la caligrafía mutante de la niñez, la juventud y la madurez. Es un viento empeñado en barrer los recuerdos, los espacios de solaz, de paz, los más íntimos, los más fructíferos y fértiles.

Un viento que asola, despoja, desaloja, corroe pertinaz nuestra certeza de pertenencia, para volverla, (para volvernos) simplemente una ilusión de pasado.

Un viento que ha pasado antes por otros valles, otras llanuras, otros escenarios, durante eso que se llama la historia. Un viento que tendrá que irse.

Y que se irá.

Gracias Ateneo de Caracas, por todo lo que recibí de ti.
Mil veces gracias.

11.6.09

Heroínas de la tradición


Más allá de lo que pueda opinarse, reflexionarse o analizarse sobre ellas, hay películas que pueden resultar una gimnasia interesante, al rozar las expectativas y condicionamientos que
portamos junto con el ticket de entrada, queriendo o no.
Me pasó con "Arranged", que forma parte del Festival de Cine
Judío de Caracas (del cual también he visto "Medusa" y "La Cámara Oscura"). Pueden ver la sinopsis aquí.

Yo sólo diré que me pregunté cuán sincero puede uno ser, cuán abierto se está realmente dispuesto a ser, cuánto más contemplativo y menos sentencioso o invasivo, frente a eso que se llama la "diversidad".
Directo al grano, diré que me preguntaría cuán flexible cómo mujer/espectadora puedo realmente ser para ver, sin juzgar, a dos mujeres jóvenes abrazar sin disculpas sus creencias religiosas y apegos familiares y tradicionales, sin caer (yo) en la tentación de usar verbos como "sucumbir", "someterse", "sacrificarse", etc.
Y me preguntaría cuán abierta está y podría llegar a estar mi mente para apreciar la belleza de los símbolos de -estas dos mujeres- sin juzgarlas, sin caer nuevamente (yo) en la tentación de tildarlas de conformes o aburridas.
Cuántas historias de heroínas que luchan y se liberan de yugos familiares, representados por padres estrictos y entornos castradores... Cuántas hemos visto. Cuántas historias cuyo desenlace heroico consiste en una "liberación" ganada con el precio de la separación dolorosa, incluso violenta, de las propias raíces. Historias que han apelado a la fibra de natural rebeldía de quien las ve... Pero que poco preparan para la serena aceptación de quien simple, serenamente, no transgrede. Porque su búsqueda no consiste en la disonancia. Se muestran y genuinamente parecen ser felices, en lo ancestral, ubicadas en el presente.
Así entonces, qué pasa cuándo la fuerza interior de nuestras heroínas, no exenta de rebeldía, no exenta de personalidad, decide conscientemente expresarse -precisamente- en la perpetuación, en el ritual, en una interesante mezcla de conservar el pasado e inevitablemente "mestizarlo" con rasgos de un siglo nuevo que apenas está comenzando.