24.7.11

Il Bacio di Tosca al aire libre



Esta noche fui al cine. Cuando se filmó "Il bacio di Tosca" (Daniel Schmid, 1984) hace más de 20 años, uno se enteraba de las películas por "el cuerpo de Cultura" de un grueso diario, o volantes, o algún solitario afiche o comentario. Hoy no: estamos en el siglo XXI, basta con Twitter, basta con seguir, con buscar.

Así me encontró la noche este domingo, en la plaza Bolívar de Chacao, en mi silla plástica frente a la pantalla al aire libre, enmarcada en árboles, siluetas de patinetas y bicicletas que jugaban más allá. Se fue la tarde y quedó el campanario iluminado, la audiencia y su anonimidad, una calma de burbuja, un segmento luminoso y neutralizador, pacífico.

Prácticamente no sé nada de ópera pero desde esta noche tengo una nueva estrella a quien recordar, Sara Scuderi, y un lugar por conocer, la Casa Verdi. Scuderi se roba el show, es una de las ancianas cantantes líricas que la cámara de este documental muestra desde la Casa di Reposo per Musicisti. Tanta intensidad preservada en sus cuerpos octogenarios, nos llega intacta. No sólo emana de Scuderi, sino de todo el vistoso elenco de residentes del ancianato, otrora afamados intérpretes del canto lírico, otrora compositores, otrora arpistas, voces de una época ya casi centenaria.

Tan intensa su presencia, decía, que desde nuestras butacas plásticas azules hubo varios conatos de aplausos en varios momentos. Como si en lugar de esta Plaza Bolívar estuviéramos por obra de algún artificio, en la Scala di Milano. Una película sobre la etapa del retiro y del recuerdo después de una vida intensa, en este caso, de artistas que se consagraron a los aplausos, a los escenarios, a la música, a las emociones, a los colores y las texturas de sus trajes, y ahora se reviven a sí mismos en largos close-up, reveladores segundos de cámara que captan sus reacciones, dudas, y el intenso latido del corazón en sus frágiles cuellos mientras escuchan en tocadiscos sus voces de otro espacio y otro tiempo.

("Creo que cantaré hasta dos horas después de mi muerte...")

No tengo más que decir: si se topan con Il Bacio de Tosca, véanla, con el corazón abierto a personas queridas, admiradas por ustedes, que ya no están, que vivieron un mundo que no es éste y lo hicieron con pasión y honestidad hacia sus dones. Personas que llevaron su talento hasta octavas irrepetibles y esa intensidad, que traspasa la cámara, las sostiene, las sostuvo, en sus últimas andanzas por la casa que Verdi tuvo a bien entregar para esta posteridad.

(Una película de insectos, plagada de colores y aventuras, se despide con una toma reveladora de que aquella inmensa jungla universo de 2 horas era apenas un punto en un gran parque de una gran ciudad.
En Il Bacio di Tosca, no se paren de la butaca, no busquen el control remoto, sin haber disfrutado de la última toma. Pongan atención al sonido. Ese intenso universo lírico, de remembranza, de amor por el arte, de 2 horas, era apenas una vieja casa, en una transitada calle, en una agitada ciudad, en un turbulento mundo, donde poco a poco, en la toma, las voces, los dramas, el piano, se van perdiendo, diluyendo, entre bocinas, tráfico, maquinaria, ciudad. Son pasado, voces pasadas, un tiempo sin tiempo, un punto apenas, en una gran avenida de una gran ciudad.)