24.6.06

El Código Espuma

(¿Qué se hizo el gentío? Bajó la marea y quedó la sala vacía. Sala tranquilita, un mes después del estreno mundial.)

Amelie. Claro. Cómo no lo pensé antes. Audrey Tautou está en El Código Da Vinci (The Da Vinci Code – Ron Howard, 2006) por una razón. ¿Qué era lo que hacía Amelie? El bien.

El Código Da Vinci es una película de misterio absorbente y entretenida. No comparo con la novela de Brown porque no la he leído y porque creo que cuando libro y película van juntos al cine, tienen derecho a vidas separadas. No podría decir que las “revelaciones” sobre la religión católica perturbaron mi mundo por cuanto esta historia del código es ficción y entretenimiento. (Pero la próxima vez que vaya a un museo me llevaré una lupa: quizás descubra en algún cuadro la idea millonaria sobre el best-seller que cambiará mi vida.)

Obviamente, una historia que plantea que Jesús no fue tan divine sobre la tierra, atrae controversia (y taquilla). Apenas viéndola me pregunté, ¿cuántos furibundos habrá allá afuera refutando el fundamento histórico, la provocación sacrílega y la calidad (literaria/cinematográfica) de la obra? Pero al mismo tiempo, la película debe ser un banquete para los amantes de las teorías de conspiraciones y componendas y cúpulas de poderosos villanos que se reúnen y se las arreglan para torcer el destino de masas inocentes.

Es una película provocadora y estimula la curiosidad. Hay desde quienes se la toman en serio hasta los que simplemente la desprecian como una novela de Ovnis.

A mi yo espectador le dio un placer ENORME el uso de los fundidos, fade-in y fade-out para los segmentos históricos. El efecto es vívido, arrollador. Esa superposición visual pasado-presente fue absolutamente MÁGICA, de una belleza a lo K-Pax y El Mundo de Sofía. Especialmente en los momentos iniciales con el Prof. Langdon, especialista en simbología.

Y otra discreta, pequeña sorpresa para mí tuvo que ver con el dúo dinámico Hanks- Tautou. Mis reservas se disiparon. Aparte de que entendí qué hacía realmente Amelie en el Código Da Vinci, encontré creíble a esta pareja dispareja, después de todo. Ambos actores se manejaron de forma sobria y convincente.

Buen entretenimiento. Provocación.

17.6.06

Euroscopio: La Otra Cara de Septiembre


El 11 de Septiembre de 2001 no encontraba por ninguna parte mi tarjeta de débito. Ese mismo día ocurrió OTRA catástrofe.

La noción es chocante: pero es cierta. El dolor y la impotencia nos invadieron. Pero la vida siguió, ese día y el siguiente. Y los años siguientes. Todo siguió: la vida de todos los días, nuestros “problemas” y melodramas particulares… Todo, todo siguió. (Mi tarjeta… La había dejado en un Subway dos días antes).

¿Qué cambió en la gente común del planeta desde los atentados terroristas del 9/11? Algo de eso cuenta La Otra Cara de Septiembre (September - Max Färberböck, 2003).

(Acá en mi país pasamos estos últimos años mirándonos el ombligo, básicamente viendo otros derrumbamientos de lo que creíamos sólido. Pero ése es otro tema.)

La película es alemana sobre alemanes. Con temas “exportables”. Un personaje de la peli, corredor de bolsa dice algo como: “Yo todos los días hablaba con personas allá, todos los días. Y de un momento a otro… BUM. Nada. Polvo. Nada.” Se lo dice a Julia, su esposa, el personaje que captó absolutamente mi atención. Con su angustia subterránea atrapada en una sonrisa (desesperada) hecha para apaciguar (aunque no sé qué ni a quién). Ese completo desconcierto suyo. Jamás sabremos qué había en su mente antes, durante y después que esos aviones llegaron a Nueva York. Pero ella, mucho menos: “No sé qué está pasando…”.

El 9/11 esparció sus ondas de confusión, indefensión, crispación y desconfianza: agotó el asombro. Ante las llamas = pavor y silencio frente a la TV. Y después, la excavación de temores dormidos. Afloró el miedo irracional. Se revolvió el caldo de las tensiones raciales e ideológicas, se agrió la convivencia. Fue un perfecto reminder de que todo es frágil, somos vulnerables y no controlamos nada. Y peor: que ya no sabemos cómo entender el mundo.

Como en otras “películas de la ciudad” (Crash, En La Ciudad, Short Cuts…) September sobrevuela el campo minado de las relaciones humanas, el fantasma de la intolerancia, la soledad en la multitud, el abandono emocional, el estrés, la violencia doméstica... Una película sobre gente que puede ser tu vecino. La urbe alemana, su lado íntimo con el 9/11 como telón de fondo.

Pero lo sombrío se transforma en luz de cine. En September, la confección es personaje. La veo como un pariente de Crash; es de ritmos. No es oscura, aunque su tema lo sea. Tiene ese tejido invisible que apenas conecta “historias” (¿o son simples fotos tomadas entre apuro y apuro?). Y un director que se maneja bien entre el ritmo y la captación de gestos claves en los rostros. La edición es personaje y el sonido también (con esos aviones siempre cruzando el cielo). Sin continuidad, sin resolución exacta (es la ciudad). De pronto, el director mete un video musical. Todo son miradas rápidas de calle (en la vida real detenemos nuestros ojos más tiempo en pantallas que en los ojos de otros). Absorbemos telecatástrofes y nos quedan preguntas nadando en círculos.

September termina siendo un espejo de una cierta vida urbana que conocemos/intuimos. Total qué nos queda, ¿derrumbarnos también o intentar vivir esta vida frágil de una mejor manera?

P.D. Dato curioso, al googlear September, prácticamente nada sustancial en inglés o español. En imdb sólo 50 personas han votado esta película.

Otras películas (no las he visto): The Hamburg Cell, Why We Fight?, 11'09''01, Barán, Fahrenheit 9/11, United 93 y World Trade Center.

14.6.06

El cine tiene sus ángeles...


Vivo en una ciudad de lugares frágiles y elogios arriesgados.

Pero esta tarde presencié un gesto a la Cinema Paradiso que captó mi atención. Y hay que reseñarlo, sí señor.

Ocurrió en el Cine La Previsora (saben esa pequeña sala cerca de Plaza Venezuela que tantas buenas películas ofrece todos los días). Esta sala de cine es una sobreviviente: pero una que da la batalla con dignidad y ojalá que no se canse de persistir (¡no no no se cansen por favor!), ante tanto Goliat, ante el olvido, ante tanto viento que lo borra todo, esta pantalla es agua en el desierto, solaz en el corazón de una vibrante (y autodestructiva) capital del Caribe. Mi ciudad: Caracas.

Sala de cine, lugar de arte… en medio de tanta nada.

(Llego yo hoy haciendo peripecias con el horario para cuadrar el Euroscopio justo en la mitad del medio de mi tortuosa y elástica jornada laboral -que no tiene horario ni fecha en el calendario y a veces empieza de noche y termina de día- y llego, decía, a función de 2 pm, para ver Septiembre… A las 2 en La Previsora hacen descuento, pero hoy no había NADIE. Yo: más nadie. Le pregunto al muchacho de la taquilla si habrá función… Pone cara de duda, pero la señora que pica los tickets a la entrada dice un rotundo . "Véndele la entrada". Díganme ustedes si eso no se llama sentido del deber y respeto por el público. Ahí mismito llamaron al que proyecta la película y se prendieron las luces, todo se empezó a preparar ¡sólo para mí! Menos mal que en unos minutos llegaron 2 ó 3 personas más, sino me hubiera sentido como Mia Farrow en La Rosa Púrpura del Cairo, sólo que me hubiera tocado a mí meterme en la pantalla para no ser la única espectadora.

Gracias a los ángeles del cine por los favores concedidos.
Y mañana les cuento de Septiembre, tercera película alemana que veo en este Euroscopio 2006.

9.6.06

Euroscopio: El Noveno Día


Hoy comienza el Mundial de Fútbol: Alemania será esta tarde la capital terrícola del deporte y aquí estamos, viendo más cine alemán.

Disfrutada la hora de la risa, con El Juego de Zucker, volvemos a la realidad, a la historia. A ese pasado reciente que martilla y martilla y martilla con el recuerdo de Hitler y la WWII. Esta vez, El Noveno Día (Der Neunte Tag - Volker Schlöndorff, 2004).

Si vieron The Downfall, reconocerán aquí al actor Ulrich Matthes. En The Downfall era Goebbels, el Ministro de Propaganda del régimen nazi; ahora es un sacerdote católico de Luxemburgo, Abbé Henri Kremer, prisionero del campo de concentración de Dachau, a quien los nazis pretenden utilizar para que la Iglesia apoye oficialmente al régimen del Führer.

Según entiendo, la película es una ficción inspirada en el diario de prisión de un cura de carne y hueso, Jean Bernard. La actuación de Matthes es convincente, enigmática, bien estudiada; particularmente durante la transición del prisionero que retorna al hogar, momentos en los cuales lo vemos profunda e irreversiblemente traumatizado por las torturas de los campos nazis.
He encontrado esta cita atribuida al director de la película: “Es muy importante para todos los europeos que los nazis por fin hablen alemán y no inglés y que las imágenes de los nazis malos, al igual que las de los alemanes buenos, no lleguen solamente del extranjero, sino que sean también producidas en Alemania".

Me parece a mí que las películas sobre estos oscuros años son como un poliedro, un animal de infinitas escamas: cada nueva película es una cara, un aspecto, un subtema más que no conocíamos. Cuántas pelis se han visto ya sobre los indescriptibles tormentos y exterminio de judíos y polacos, y cuando creíamos haberlo visto todo, otra vez volvemos a espantarnos y a apretar los ojos para no mirar.

Esta historia nos lleva a esa zona donde se escoge entre salvar el pellejo (el propio, el de la familia y los amigos) o sacrificarse, inmolarse quizás, para sentar un ejemplo histórico. El cura de El Noveno Día en este sentido se vincula de algún modo con la monja Ana, de la película Golpes a mi Puerta (Alejandro Saderman, 1994), un personaje que llevo desde hace muchos años en mi alma y en mi corazón.

6.6.06

Euroscopio: El Juego de Zucker

Alemania está de moda en estos días y mi Euroscopio empezó este año con Alemania.

No sé otros, pero cuando yo me he topado con películas alemanas o sobre Alemania, casi siempre han sido dramas, unos light, otros densos, pelis de lo sórdido o del suspenso, y la mayoría sobre esa imagen sobrecogedora y triste que dejan en el alma producciones inolvidables como La Decisión de Sophie, El Pianista o Schindler’s List.

Claro que no he visto tantas pelis alemanas como quisiera. De las recientes me han gustado: Corre Lola Corre, El Experimento, Nirgendwo in Afrika, The Downfall, El Milagro de Berna, Joyeux Noel; de los ‘80 Fitzcarraldo con su tono operático y selvático, una bellísima experiencia (véanla por favor). Recuerdo también haberme impresionado con Margarethe von Trotta y El Matrimonio de María Braun, haberme trasnochado en el cable con Faraway, So Close! y viajar al cine silente con Metrópolis.
A finales del siglo XX, me sumé al furor planetario por Buena Vista Social Club, sobre Cuba y su agridulce burbuja del tiempo.
En Adiós Lenin! el humor se cuela entre las peripecias de Alex para ocultarle a su madre que cayó el Muro de Berlín y el sistema que ella tanto admiraba se esfumó como el gas… de una Coca Cola.

Ahora acabo de ver El Juego de Zucker (Alles auf Zucker! - Dani Levy, 2004) una comedia alemana. Yo diría en un 50%, y como las buenas comedias, el otro 50% es drama disfrazado de comedia. No de grandes y ruidosas carcajadas (aunque escuché al público pasándola muy bien), pero quienes disfrutan de enredos familiares con una que otra referencia política, y les interesaría ver el humor al interior de una familia judía, y encima les gusta el pool, véanla pues pasarán un buen rato.

(Saben cuando uno va a una parte y están contando chistes y uno participa pero al mismo tiempo siente que se están diciendo otras cosas entre ellos, private jokes, guiños, piquetes, puntas, cositas que sólo entienden los aludidos? Es más o menos la experiencia con Zucker.)

Me parece buenísimo que una nación que pasó por una separación con un absurdo muro y luego ha vivido una larga y penosa reunificación, se retrate en el cine y se ría de sí misma. Eso es sano y requiere madurez. Los alemanes seguramente disfrutarán a Zucker cien veces más que yo, simple observadora desde otras tierras, que me conecto con su aspecto universal sobre las relaciones familiares y… el interesante, inagotable, fascinante tema del perdón.

3.6.06

Sospecha en la Villa I

Que exista una "Villa del Cine" es mejor a que no exista una villa del cine… supongo.

Como espectadora no puedo lamentar que se creen espacios relacionados con una industria del cine en Venezuela, pero “conociendo mi ganado”, tampoco me apresuro a celebrar.

Como audiencia tengo el derecho de sospechar. Siempre. Sospecho del director, de los personajes, del guión, sospecho de la luz y de la sombra.

Puedo sospechar que otra buena idea nacida de un anhelo de plantear "que el Sur también existe", puede estar naciendo teñida de monkey business. Sospecho y seguiré sospechando ¿Por qué no? Sospechar es parte del placer del cine.

Sospecharé mientras no vea que por nuestra Cineville pasan todos los que aman el cine en este país: TODOS. Sin excluir ni filtrar. Yo quiero ver a todo el elenco, no sólo a la porción complaciente.

Sospecharé mientras no vea que los temas que habitarán las películas de factura venezolana lanzadas por la villa son TODOS o CUALQUIERA de los temas y no una selección marcada por la urgencia político-práctica de reescribir la historia.

Si el lente que mirará a Venezuela, y a Venezuela como parte del "Sur", se mantiene cristalino y permite trabajar, con ficción o sin ella, lo que realísticamente somos los venezolanos y latinos en el Siglo XXI, sin prejuicios, sin vergüenza, sin falsas culpas, entonces habrá algún motivo para celebrar. Mientras tanto…

Sospecha en la Villa II

Habrá que esperar a ver.

La inauguración de la Villa del Cine arroja dudas, con sus visuales de "Luz, cámara y revolución", el rojo infaltable de camisas y franelas, la pedidera de real al líder que distribuye churupos, la siempre conveniente descarga a Hollywood como la madre de todos los vicios, el "olvido" de algunos nombres, la adulancia, etc. )

Hay que esperar a ver si la Villa va a ser la casa del talento, el entretenimiento, la inteligencia, la diversidad y la calidad o, por el contrario, una sombrilla que albergará el sermoneo ideológico, el simple cine por encargo y, peor... el aburrimiento.

Que la iniciativa sea del Estado no debería excluir formas de financiamiento inteligentes y distintas al mero subsidio estatal. Tampoco debería apartar a quienes por décadas han contribuido a formar un público cinéfilo en Venezuela:
El circuito que organiza festivales de cine del mundo y fomenta el conocimiento sobre el cine; empresarios (y no le temo a la palabra) que han traído tecnología y modernidad; cineastas nuevos de mente abierta que no se autolimitan en su visión de creación artística y mercadeo (otra palabra a la que tampoco temo) en el mundo actual ni se ponen barandas en la cabeza ni se atan a ideologías.

Cine, cine y más cine en sus nuevos envases y empaques, receptáculos y canales, estilos, lenguajes, géneros: cine impredecible y valiente que no le tema absolutamente a nada.
El día que eso pase, y ojalá que pase, la villa se pondría interesante y será momento de celebrar.