28.4.06

Cómplice de butaca


Con El Hijo Perdido (Betty Fisher et autres histories - Claude Miller, 2001) veo una vez más cuán lejos estoy dispuesta a seguir a un director que me propone una trama exagerada y vulnerable, pero a cambio ofrece actuaciones con relieve y buen estímulo temático para seguir pensando mientras regreso a casa.

Es Betty una exploración y una provocación sobre el tema del maltrato infantil y la maternidad. Es un drama que, secuestro de por medio, funciona también como thriller. Se puede palpar la inmensidad del dolor de una escritora que pierde trágicamente a su hijo (cuando ella misma arrastra profundas heridas de maltrato) y se puede seguir la cadena de hechos que, por ironía de la vida, (quien te destruye te salva), desencadena su propia madre (quien padece un extraño trastorno) al secuestrar a un niño para “reponer” el hijo perdido.

¿De qué manera el dolor y la pérdida disuelven el raciocinio, el marco “moral” y las reacciones “normales”? (¿Y cómo un cineasta sabe cosechar nuestro favor por un personaje cuando técnicamente está incurso en delito?) Todos los adultos de esta película son al extremo egoístas y absortos en sí mismos. No queda entonces sino apoyar a la víctima.

Uno de los temas más chocantes para cualquier audiencia es el de la madre “no maternal", personajes que se alejan de la simpatía del público, como Michelle Pfeiffer en White Oleander o Mary Tyler Moore en Ordinary People. Y ahora habría que agregar a esta señora Nicole García… quien sin ton ni son ataca a la pequeña Betty con una tijera y le deja una cicatriz en la mano -y el alma- que por contraste, la convierte en una Betty adulta dispuesta a todo por (un) hijo.


P.D. Hollywood nos ha regalado madres de espíritu libre, no monstruosas, en películas más LIGHT: Tumbleweeds (Janet McTeer) Anywhere but here (Susan Sarandon) y Mi mamá es una sirena (Cher)…

23.4.06

Calor en la nieve





La Marcha de los Pinguinos (La Marche de l'empereur - Luc Jacques, 2005, Oscar 2006 Mejor Documental) fue 100% noticia para mí porque rara vez veo Discovery Channel y nunca me había tropezado con un pingüino emperador en toda mi vida. Ahora me uno al coro mundial que aclama la película y repito: Vayan a verla, en el cine preferiblemente, para que puedan abarcar todos los tonos de azul y blanco posibles y, en general, se queden atónitos con tanta belleza natural. Impresionante el ejército de pinguinos que “protagonizan” la “historia”, documentados (con acucioso detalle) por una cámara que examina -paso a paso- su jornada anual de apareamiento y cría. La verdad es que nunca se me hubiera ocurrido que una escena de “amor” en la Antártida podía ser tan “humana” y llena de significado (milagros del cine y del soundtrack, supongo). En todo caso, no pude evitar pensar a estos pinguinos en términos “humanos” y atribuirles una admirable resistencia, cooperación conyugal, espíritu de equipo y abnegación, incluso heroísmo.

Bastante menos gélida (por el clima digo), es Feliz Navidad (Joyeux Noël, Christian Carion – 2005) y se resume como: Europa. Guerra, lenguas que confluyen, conflicto y ensoñación. Un tributo a unos hechos reales de la Primera Guerra Mundial (cuando ocurrió una tregua espontánea la noche de Navidad, entre unas trincheras de franceses, alemanes e ingleses). Ahora un detalle: Si vieron Goodbye Lenin! notarán en Feliz Navidad algo un poco fuera de lugar: un oficial alemán, supuestamente duro e insensible, tiene unos ojos demasiado bondadosos y una barba que no engaña a nadie: es Daniel Brühl… Pista muy importante pues nos indica que por un rato todo consistirá en embellecer para nosotros una cruda realidad. Los enemigos se harán amigos y jugarán una partida de fútbol. Hasta que (lamentablemente), no se pueda posponer más la realidad.
Feliz Navidad es poética y entretenida, y una interesante reflexión acerca del “instinto” (tan vibrante en los pinguinos del párrafo anterior) o más bien el impulso de fraternizar en lugar de pelear.
Pelear cansa.

2.4.06

Termina en dance



Hoy, extremely light.
Sólo porque me trajo recuerdos de adolescencia, tiempos cuando para ser un(a) adolescente que se respetara había que saber de todo lo que terminara en dance -Dirty Dance, Flashdance, Breakdance, etc.- o tuviera que ver con baile coreografiado -Roller Boogie, Footloose, Fame, etc. etc.- (qué me falta, ¿Grease? No, eso es otra cosa. Grease es Grease).

Pero bueno, si como yo conservan fragmentos dance en su disco duro mental, chequeen Espera al último baile (Save the Last Dance - Thomas Carter, 2001). Adivinen qué. Una chica talentosa quiere estudiar ballet pero algo se lo impide. Menos mal, porque así se pasa la película ensayando pasos de hip-hop, mientras disfrutamos del soundtrack y vemos cómo la aceptan en Julliard tras una audición donde mezcla ballet y hip-hop que termina por derretir al Jurado. Nada nuevo, pero es entretenida, inteligente, bien producida (MTV) y coreografiada (Fatima Robinson). Por momentos se aparta del típico drama romántico de bachillerato. En la trama romántica dejaron colar el tema racial, y se puede decir que lo hacen decentemente, sin explotarlo. Nuestra heroína es blanca y poco a poco va haciéndose un espacio dentro de la cultura negra urbana que la rodea.

La chica es la actriz Julia Stiles y se nota que “se fajó” pues en un muy alto porcentaje evitó el uso de dobles. También trabajó fuerte Sean Patrick Thomas, y ambos hacen una pareja juvenil interesante. Valoro cuando los actores nos obsequian talentos adicionales, como recientemente hicieron Joaquin Phoenix y Reese Witherspoon en Walk the Line. A veces son pequeños regalos inesperados, como Andie McDowel cantando Sittin' By the Side of the Road en “Michael”, Adam Samdler con I feel pretty en “Anger Management” o Meryl Streep bailando en “Dancing at Lughnasa”, por ejemplo.

Save the Last Dance no tendrá el impacto ni la adrenalina de todas las terminadas en “dance” de mi adolescencia, pero tampoco está mal. Ofrece más de lo que aparenta.