25.8.05

Secuestro Express, Being Jonathan Jakubowicz



Secuestro Express es lo último que le mostraría a un posible turista, pues Caracas aparece como un desecho del planeta, ciudad gótica, aterradora y bizarra. Pero salí del cine con una sonrisa de oreja a oreja.
Viene empaquetada con el sello de Miramax y a la vez un look de película de festival independiente. Una descarga total de adrenalina, película de atmósfera construida a punta de velocidad, cargada de la tensión y el vértigo que soplan sobre Caracas. Cine duro, joven y muy pragmático.
El target de este misil cinematográfico puedo ser yo, habitante de un valle donde las muertes más historiéticas ocurren. Donde arden las busetas y los partes de guerra revientan la morgue.
El trailer lo dice: “En la ciudad más peligrosa de la Tierra… Donde el crimen es un medio para ganarse la vida…”
¿Verdad o mentira?
Verdad.
Esa mezcla de pesadilla y Soledad Bravo cantando una tonada de ordeño es lo más acertadamente fuera de lugar que se le pudo ocurrir a Jakubowicz. Eso es real. Uno puede estar en Petare, bajar al Metro desde un supermegacaos amorfo de sudor, verduras y chécheres, y encontrarse que la radio del metro reproduce plácidamente a Conticinio. Que son las 12:04 del mediodía y el reloj digital de la estación marca las 6:32. Todo lo que hizo Jakubowicz fue aplicarle la lupa a la locura.
Secuestro Express escupe una ciudad violenta, donde el derrame de sesos ocurre a los pies de las torres de Parque Central, la escena de persecución cruza el Pasaje Capitolio y el ajuste de cuentas deja su charco frente a La Previsora. Tiene un final… Revelador. Se parece demasiado a la clave de lo que nos pasa.
Descarga de pólvora que tiene como blanco a toda una ciudad, el odio dirigido exactamente al aire (que es como decir a todo), un odio espeso como una nata. Caracas odiada desde sí misma, desde arriba, juzgada y sentenciada desde la periferia.

¿Por qué diablos me gustó esta película? Porque nombra por el nombre y porque se atreve a más. En la decadencia se agradece la fe. Jakubowicz apuntó su lente a Caracas desnuda, escarnecida, gangrenada, vital y moribunda que tenemos. Descendió y acarició su asfalto hirviente y se elevó para envolverla desde arriba, con una mirada tan ancha que devela en segundos su grieta brutal, su pecado original: Montañas que observan un valle condenado, cerrado, sin escapatoria.

Vivir en Caracas es vivir rodeado. Nos miran, los vemos, nos cruzamos, nos rozamos a juro, pero no podemos evitar adaptarnos. Humor en la desgracia. Nuestro fuerte. Hasta en lo más inverosímil y peligroso, buscamos conectar.

¿Cómo se disfruta una pesadilla que es real? Igual que se contempla el Ávila desde la basura putrefacta.

Esta cámara no me hizo el favor de camuflar el abismo en que nos metimos, ni complacerá a nadie lamiéndole las heridas del (auto)maltrato. No Jakubowicz, no en Secuestro Express.

Hollywood joropeado. Cool...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente pelicula, una descricion perfecta para ella la que tienes, el lado oscuro de caracas que todos los que vivimos y algunos que no viven en ella han pasado de una u otra manera sin ningun tipo de censuras.