23.4.06

Calor en la nieve





La Marcha de los Pinguinos (La Marche de l'empereur - Luc Jacques, 2005, Oscar 2006 Mejor Documental) fue 100% noticia para mí porque rara vez veo Discovery Channel y nunca me había tropezado con un pingüino emperador en toda mi vida. Ahora me uno al coro mundial que aclama la película y repito: Vayan a verla, en el cine preferiblemente, para que puedan abarcar todos los tonos de azul y blanco posibles y, en general, se queden atónitos con tanta belleza natural. Impresionante el ejército de pinguinos que “protagonizan” la “historia”, documentados (con acucioso detalle) por una cámara que examina -paso a paso- su jornada anual de apareamiento y cría. La verdad es que nunca se me hubiera ocurrido que una escena de “amor” en la Antártida podía ser tan “humana” y llena de significado (milagros del cine y del soundtrack, supongo). En todo caso, no pude evitar pensar a estos pinguinos en términos “humanos” y atribuirles una admirable resistencia, cooperación conyugal, espíritu de equipo y abnegación, incluso heroísmo.

Bastante menos gélida (por el clima digo), es Feliz Navidad (Joyeux Noël, Christian Carion – 2005) y se resume como: Europa. Guerra, lenguas que confluyen, conflicto y ensoñación. Un tributo a unos hechos reales de la Primera Guerra Mundial (cuando ocurrió una tregua espontánea la noche de Navidad, entre unas trincheras de franceses, alemanes e ingleses). Ahora un detalle: Si vieron Goodbye Lenin! notarán en Feliz Navidad algo un poco fuera de lugar: un oficial alemán, supuestamente duro e insensible, tiene unos ojos demasiado bondadosos y una barba que no engaña a nadie: es Daniel Brühl… Pista muy importante pues nos indica que por un rato todo consistirá en embellecer para nosotros una cruda realidad. Los enemigos se harán amigos y jugarán una partida de fútbol. Hasta que (lamentablemente), no se pueda posponer más la realidad.
Feliz Navidad es poética y entretenida, y una interesante reflexión acerca del “instinto” (tan vibrante en los pinguinos del párrafo anterior) o más bien el impulso de fraternizar en lugar de pelear.
Pelear cansa.

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