12.2.07
Risa para llevar, por favor
Voy al cine con tanta frecuencia y qué poco frecuente es que me ría incontrolablemente. Es más, no recuerdo haber sentido a un público pasarla tan bien, desde hace mucho, mucho tiempo. Risoterapia intravenosa, durante y DESPUÉS de la función. Una dosis de felicidad.
Con tanta frecuencia va uno a ver películas de proporciones épicas, de producciones de cuello tan enorme como el de una orgullosa jirafa, películas tan perdidas en su altura, que incompresiblemente te dejan indiferente o simplemente te abruman con sus efectos, te aturden y para nada porque total su estruendo se disuelve y no neutralizan el retorno a la realidad, se pierden entre las escaleras y el estacionamiento.
Pero la risa... la risa honda, espontánea, incontrolable, eléctrica, no el producto elaborado o la consecuencia del análisis, esa risa básica, de la garganta y la nariz, energizante y rehumanizante, es un raro mineral, una rara joya.
No digo más, la historia inclusive no importa: lo que importa de Little Miss Sunshine (Johnathan Dayton y Valerie Faris - 2006) es que funciona en el cuerpo EXACTAMENTE como lo haría una batería nueva: te recarga con toda la energía que se te pueda inyectar, renueva y relaja, te coloca aunque no quieras en ese viaje involuntario sin retorno de la risa que no puede parar, no puede sino brotar y escapar, que busca un alivio y éste no llega porque cada risa es seguida por otra risa y así hasta uno entender que, el secreto es muy simple: es una película que se ríe de todos y de ella misma, se ríe con todos y con ella misma.
Cuánto tiempo hacía que no me reía así en el Cine. A fin de cuentas uno va para eso ¿no?
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